Boletín de

           La Verdadera Vida en Dios

2 de julio de 2009

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"Soy Yo, tu Salvador,

Quien ha venido a ti para sanarte,
alma amadísima."

 

 

 

A continuación se encuentra un artículo escrito por Vassula, dirigido a personas enfermas, especialmente a aquéllos que padecen enfermedades terminales.

 

EL LLAMADO Y EL DESIERTO

 

Por Vassula Rydén

 

Me pidieron que escribiera un capítulo para un libro para enfermos, incluyendo aquellos con enfermedades terminales, sin embargo, en este artículo, hice algunas modificaciones, ya que la mayoría de los lectores me conocen bien, así como toda mi historia.

 

La experiencia que les voy a revelar no tiene como objetivo solamente el beneficio del lector, sino también la gloria de Dios, Nuestro Padre en el Cielo, y el beneficio de la Iglesia, esta Iglesia que Cristo compró con Su Propia Sangre y que está tan perseguida en nuestra época oscura.

 

La mayoría de ustedes ya conoce mi historia, pero siempre es bueno recordar cómo Dios obra Milagros e impide que nos extraviemos totalmente. Yo soy un ama de casa común, y no hay nada especial en mí. Antes de 1985, yo no tenía conocimiento de Dios. Estaba completamente desconectada de Dios. En otras palabras, estaba espiritualmente muerta, era un cadáver que yacía en el gran Cementerio de la Apostasía, entre muchos otros cadáveres putrefactos. Y, sin embargo, Dios no necesitó nada de mi parte para acercarse a mí en Su Infinita Misericordia. Me hizo saber que Él se basta a Sí Mismo y que Él puede hacer cualquier cosa.

 

Como ustedes saben, un día en 1985, sin aviso previo y sin ningún sonido fui llamada por Dios. Sí, también en nuestros tiempos, ya que después aprendí de Dios Mismo, que Dios es un Dios Vivo. Él no es material impreso en un libro o una imagen de colores en un ícono que no se mueve. Dios no es un mito ni un cuento de hadas escrito en un libro para entretenernos. Dios tampoco es una “energía”, como tanta gente cree en las desviaciones de nuestros tiempos. Son engañados por Satanás, quien les dice que no hay Dios, y ellos creen que pueden ser dioses para ellos mismos y hacer sus propios mandamientos que contradicen los Mandamientos dados a Moisés y las Enseñanzas de Cristo. El Señor me dijo que, en nuestros tiempos, Satanás está usando la misma mentira que utilizó para engañar a Eva: que no necesitamos a Dios porque nosotros podemos ser como Dios.

 

Ese día Glorioso de 1985, conocido por Él desde antes de la Creación, el Señor en Su Amor Exuberante vino a mí, e inclinándose desde el Cielo, me extendió Su Mano, ofreciéndome Su Justicia Salvadora y un Don del que yo no sería digna ni en un millón de años. Y ese Don era verlo y escucharlo. ¿Por qué yo? Esta fue la pregunta que hice millones de veces. ¿Por qué yo, que nunca había rezado, que nunca había pensado en Dios, que soy una buena para nada? ¿Por qué no una religiosa santa? No puedo negar que había veces en que sentía que la tierra se movía bajo mis pies y mi mente daba vueltas. Tampoco puedo negar que ¡casi me desmayo cuando pensaba acerca de Quién me estaba hablando! ¿Por qué yo?, pregunté nuevamente. Esto es lo que Dios me respondió:

 

“Te he escogido a ti para mostrarle al mundo que Yo no necesito ni autoridad ni santidad. He escogido una simple niña, indefensa y pecadora, sin autoridad y sin conocimiento de nadie en el poder, para manifestarme a través de este débil instrumento con Mi Gracia, Mi Paz y el Amor que tengo por todos ustedes…”

 

Durante todos estos años de conversaciones con el Señor, prestando atención para escucharlo, me di cuenta como Él se acerca a nosotros con Poesía y Virtud. La Religión es la manera en que Él conversa con nosotros. Dios nos habla como Nuestro Divino Esposo, ya que Él es el Amante de la Humanidad. Frecuentemente, Él habla con lenguaje figurado, como siempre Lo hizo. Un día, cuando el Padre quería explicarme que Él puede convertir nuestra aridez espiritual en un árbol floreciente, Él lo describió en estos términos:

 

Estaba paseando cerca de un río cuando vi un madero flotando a la deriva, en la corriente del mundo. Yo Me incliné y lo retiré de la corriente. Lo llevé a Casa Conmigo y lo planté en Mi Jardín de Delicias. De un trozo seco de madera hice de ti un árbol. Yo dije: "¡Crece! crece y echa raíz en Mi Jardín, en Mi Propiedad; y de tus flores, exhala un perfume para aplacar Mi Justicia." Yo he dicho: "Cosechas de frutos brotarán cada mes y tus hojas serán el remedio para muchos". De cuando en cuando, Me divertiré en podarte. Mi delicia es ver las flores abriéndose y los frutos creciendo constantemente. Solamente el Agua de Mi Santuario puede darte crecimiento y Vida. Yo, Yahvé, Me aseguraré de que tú prosperes. Yo gozo en recoger, de cuando en cuando, por Mi camino, trozos de madera flotando. Yo puedo dar vida a cualquier cosa que recoja en Mi camino.” (13 de noviembre de 1991)

 

Dios es Dios y Él puede hacer lo que Él quiera cuando Él quiera. ¿Acaso no habló una vez por la boca de una burra? (Nm 22, 22-34) Él vino a darme Instrucción Divina transformando mi vida (y la vida de otros también), a través de Sus Palabras, para vivir de ahí en adelante una Verdadera Vida en Dios. Él vino a recordarnos a todos que descendemos de Él y que somos los hijos e hijas del Altísimo. Vino a recordarnos que somos de Descendencia Real y que la nobleza está marcada en nuestras frentes. Sin embrago, muchos de nosotros nos hemos asemejado a la bestia a causa de nuestro rechazo a lo Divino, a causa de nuestro rechazo a Dios.

 

Es bien sabido que Dios nunca dejará de llamar a Su pueblo, a pesar de nuestra maldad, ya que Él es Padre.

 

Por mi parte, la manera en que se acercó a mí fue una forma muy misericordiosa, considerando mis pecados y la apatía que yo tenía hacia Él, en esa época. Pero después aprendí de Cristo Mismo, que Él utiliza todos los medios para salvarnos a nosotros, sus criaturas, utilizando diferentes formas de acuerdo al estado y medida de nuestras almas. Las Escrituras dicen que Su Severidad es tan Grande como Su Misericordia y esto es cierto. Pero, en ambos casos, siempre es para nuestra salvación.

 

Cristo vendrá a ustedes, ya sea con un tarro de miel para alimentarlos, sin que lo merezcan, con besos divinos y lazos de Amor, o Él se acercará con un Fuego Divino Sanador y los cargará con Su Cruz, Sus Clavos y Su Corona de Espinas. La mayoría de las veces Él utiliza ambas formas, al mismo tiempo, para acercarlos a Él, siempre con un solo objetivo que es su salvación y darles acceso y permitirles, un día, compartir Su Reino y entrar con un corazón puro a la Eternidad y a la Visión Beatífica.

 

En 1985, yo vivía con mi familia en Bangladesh, en el área en que la comunidad europea vivía muy cómodamente. Teníamos una intensa vida social. Por lo menos a mí, no me faltaba nada. Claro que Dios me faltaba, pero esto no me preocupaba. Y es así como en una época en la que yo era muy exitosa en todo lo que hacía, Dios vino a mí como con un ladrillo sobre mi cabeza. Por supuesto que yo no Lo estaba buscando, ya que estaba muy ocupada cuidándome a mí misma, a mi familia, y a mis llamativas actividades, como el tenis, la natación, las fiestas, la pintura, los viajes ocasionales, y hasta el modelaje, como pasatiempo, en grandes hoteles. ¡Yo disfrutaba la vida!

 

Tenía una multitud de amigos que me agradaban y a quienes yo les agradaba. Era muy popular y frecuentemente aparecía en los periódicos debido a mis habilidades en los torneos locales de tenis y en mis exposiciones de pintura. Como ven, yo no estaba buscando a Dios, y sin embargo… y, sin embargo…, cuando Dios se me acercó y se manifestó a Sí Mismo, en esta aridez, Él vino como un Padre en busca de Su hijo perdido, con dolor en Su Corazón. Y, al respirar en mi nariz un Aliento de Resurrección, Él me resucitó espiritualmente. No vino a comunicarse conmigo con una espada o con una vara en Su Mano, sino que como Él me dijo, vino a mí con compasión, para hablarme con Su Boca llena de Miel:

 

“Yo no hablo con fórmulas rígidas, ésta no es la manera en que hago Santos y Mártires. Mi Dulce Conversación es Virtud y Religión. Pronuncio Mis Odas (Sus Palabras) sin una espada a Mi lado. Mis Misterios Divinos son Amables y te son revelados con óleo de júbilo. Aunque he visto tu miseria y conozco los padecimientos de tu alma, no he volteado Mi Rostro lejos de ti, sino que con Amor me acuerdo de ti. La Bondad y Amabilidad son los caminos que elijo para ti, ya que Mis Caminos son el Amor y la Verdad”.

 

Sí, en efecto, Dios me trató con Palabras de Miel para sanarme de mi culpa. ¡Que alegría cuando verdaderamente Lo descubrí! Me sentí como alguien que había tenido amnesia durante años y, repentinamente, reconocí a mi Padre Eterno. Entonces, Lo tomé de Su Manga y no Lo solté.

 

Sin embargo, una vez recuperada y tomada por Su Majestuosa Bondad, Jesucristo no me privó de experimentar Su Cruz, Sus Clavos y Su Corona de Espinas. Tampoco me privó de Su Fuego Divino Sanador, ni mi alma escapó de Su Justicia Salvadora. Esto es lo que Él dijo en septiembre de 1989:

 

“Busca Mis Caminos, Mis Caminos son Santos. Ven siempre con sencillez de corazón, pues tus días en la tierra no son más que el paso de una sombra, un paso superficial que desaparecerá. Nada en la tierra dura para siempre. Observa entonces Mis Preceptos y sigue Mis Mandamientos. Te he confiado Mi Joya más Preciosa; cuídala, abrázala y sostente a Ella. Mi Cruz de Paz y Amor será el Dulce tormento de tu alma.

 

Tu anhelo en compartir Mi Cruz debe ser una llama ardiente en ti, como Lo es en Mí. Tu sed por Mi Cruz debe crecer como la Mía. Para ahora ya debes haberte dado cuenta de cómo demuestro Mi Amor ¡Sí, permitiéndote que sufras!

 

¡Alma! He cambiado tu aridez en un fluido manantial, tu hostilidad hacia Mí en ternura, tu apatía en fervor por Mi Cruz, tu letargo en nostalgia por tu Hogar y tu Padre. ¡Alégrate, alma! Tu Rey ha quitado el velo que cubría tu cuerpo y te ha resucitado, como resucitó a Lázaro, para poseerte…”

 

A  través de Su Gracia, Cristo quería ofrecerme Sus Regalos Prodigiosos: primero, la salvación de mi alma del fuego eterno y, después, dándome, en mi indignidad, el don de la locución para escuchar al Dios Trino y verLos dentro de mí, derramando también Su Divina Instrucción sobre de mí. Con la ayuda del Padre, tuve que adquirir el Don de la Sabiduría y este Noble Tema (los Mensajes).

 

Por esta razón, Dios me hizo atravesar una poderosa purificación y pasar por Su Fuego Divino, un Fuego que no es tangible y, sin embargo, deja el alma en llamas y en agonía. Vi mi ser pecaminoso, con los Ojos de Dios, y cómo era repugnante frente a Este Juez Majestuoso, que es Emanación Pura de Luz. Como ven, era un sufrimiento espiritual sin comparación. Creo que fue una probada del fuego del infierno mientras seguía aquí en la tierra. De no haber estado ya seducida por el Amor de Dios, no hubiera soportado los sufrimientos destinados a limpiarme y a pulir mi alma para mi propia salvación. Esto me recordó al Profeta Jeremías que una vez le dijo a Dios: “Tú me has seducido Yahvé y yo me dejé seducir por Ti” (Jr 20, 7).

 

Y como si esta purificación de fuego no fuera suficiente, Nuestro Señor me arrastró hacia “el desierto” y me abandonó ahí, en la soledad, permitiéndome esperar impotentemente, ignorando mis lamentos. Completamente sola, tuve sed de Dios durante muchos días.

 

En el desierto, Dios despoja al alma para que se sienta abandonada y desnuda, y se dé cuenta de su nada. Entonces, cuando el alma comprende su miseria y se arrepiente, Él, con Gran Ternura, vendrá a sanar tus heridas y tu corazón, mientras murmura en tu oído estas palabras:

 

“Ahora debes mantener firmes todas Mis Enseñanzas, recordando siempre el comienzo para que aumentes tu Conocimiento de Mí, tu Dios”.

 

En las Escrituras, Dios le habló a Oseas acerca de la Casa de Israel, de la siguiente manera: “Por eso, ahora la voy a conquistar, la llevaré al desierto y ahí le hablaré a su corazón” (Os 2,16).

 

Al final, Dios vence al alma y Él triunfa. De esta manera, Nuestro Señor me despojó de la única cosa que era mía, es decir, mi voluntad. Después de haber sido seducida, felizmente le ofrecí mi voluntad a cambio de Su Voluntad. También David, en los Salmos, clamó a Dios cuando creyó que Él lo había abandonado, diciendo:

 

“Esperé en Yahvé, con esperanza sin reserva y Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Me sacó de una fosa mortal del fango cenagoso; asentó mis pies sobre roca y dio firmeza a mis pasos. Puso en mi boca un cántico nuevo, un himno a Nuestro Dios”. (Sal 40, 1-3)

 

Abandonada en el desierto, los vientos ardientes causaron horrendas heridas y llagas a mi alma, y con el amargo arrepentimiento de haber sido seducida por la miel, al principio, y después repentinamente arrastrada al desierto y abandonada, sentí dolor. Estaba en busca de mi Dios.

 

“Me he cansado de llamar, mi garganta ha enronquecido, han desfallecido mis ojos buscando a mi Dios”. (Sal 69,3)

 

Cuando el Señor arrastra a las almas al desierto, en donde les muestra sus pecados, y las llena de remordimiento haciendo que se odien a sí mismas, esta experiencia por sí misma, hace que te des cuenta de que Dios está sobre todas las cosas y que sin Dios, tu mesa está vacía. A partir de ese momento, tu vida cambia. Las cosas que pensabas y considerabas importantes en tu vida, de repente, se convierten en cenizas. Ya no las deseas como antes, ya no estás apegado a ellas. De hecho, a veces se vuelven insoportables. Así de poderosa es esta especie de desapego que recibes en el desierto. El Señor explica:

 

“Y, aún cuando todavía estarás entre los hombres, tu mente estará en el Cielo. Aún cuando tu cuerpo se estará moviendo entre los hombres, tu alma y tu mente serán como las de un ángel. Yo te enseñaré a vivir entre Nosotros, a moverte en Nosotros y a respirar en Nosotros”.

 

El que Dios arrastre a las almas al desierto es una experiencia bien conocida. Me atreveré a decirte a ti, lector, que debes permitirle a Dios que haga Su Voluntad en ti, ya que al final obtendrás mayor beneficio para tu alma. Permítele escudriñar cada una de tus acciones, y así como alguien que entra a una cueva oscura con una antorcha, Dios entrará a tu corazón, y encenderá y quemará hasta la raíz todo lo que no es Divino, Santo, todo lo que no es Él, para tu salvación. Deja que Dios te arroje al suelo y te arrastre hasta el desierto, si así lo quiere Él. A ese desierto al que Él arrastra a Sus ungidos, para que Él traiga a tu memoria, en el silencio de tu desierto, todos tus temores y tus malas acciones para que te detestes a ti mismo. Me atreveré a decir, y ustedes saben que hablo por mi propia extraordinaria experiencia, que permitan que Dios los golpee con un amargo arrepentimiento por la indiferencia que hayan tenido hacia Él y hacia Su Ley de Amor. Permítanle hacer todas estas cosas para que haya una transformación dentro de ustedes. Y de ahí en adelante, Él será su Consolador, su Consejero, su Esposo, su Amigo, y también su Hermano. ¡Él será su sonrisa, su alegría, su vitalidad!

 

Dios vendrá a todos y no abandonará a nadie. Sus Visitas siempre serán con Fuego Divino. Sus Visitas también son llamadas “el Día del Señor”. Para algunos, esta purificación de mente, cuerpo y alma ya ha comenzado, y algunos de nosotros ya hemos sido probados. Por eso, sabemos de lo que estamos hablando. Su Fuego Purificador puede venir de muchas maneras. Puede ser mediante una prolongada enfermedad o padecimientos incurables que son dolorosos y largos. Nosotros los seres humanos tenemos un problema para entender que Dios está preparando al alma para Su Reino, y éste es el medio que Él utiliza para purificar al alma, de acuerdo a Su Medida, antes de llevarla a Él.

 

Algunos santos explican que preferirían tener su Purgatorio, aquí en la tierra, a través de toda clase de sufrimientos, en vez de padecerlo después de su muerte. ¿Por qué? Porque estar en el Purgatorio es mil veces peor que tenerlo aquí en la tierra. Una hora en el Purgatorio parece como un año entero. Por esto, cualquier dolor físico o pena moral o dolor espiritual (así como todo tipo de sufrimientos y contratiempos que le ocurren a cualquier persona), siempre serán para su mayor beneficio y santificación. Nosotros las llamamos cruces.

 

Muchos santos se alegraban cuando tenían algún tipo de sufrimiento dado por Cristo, y se entristecían cuando Él no les daba suficiente sufrimiento, preocupándose por la santificación de su alma. Muchos iban tan lejos como hasta dudar que Dios todavía los amara. En el pasado, muchos santos elegían castigos auto-infligidos, como flagelarse, utilizar cinturones de hierro con clavos que atravesaban su piel, e incluso ropa interior de un material áspero y metálico que los hacía sangrar. Creían que estas cosas los purificaban y los santificaban. Era su costumbre ofrecer estos sufrimientos como expresiones de su amor a Dios.

 

Sin embargo, he aprendido que Cristo no nos castiga, sino que a través de las cruces que nos da, nos santifica, nos purifica y nos recuerda que nos arrepintamos de nuestros pecados, para que Él pueda levantarnos a Su Corazón y llevarnos al Paraíso. Dios es Justo y Él nunca le daría una cruz a alguien que no pudiera cargarla. Él da de acuerdo a la medida de cada uno. Como me dijo una vez cuando yo estaba en llamas con el Fuego Purificador:

 

“¿Has olvidado tus palabras a Mí cuando exclamaste en agonía: ‘¡He sido arrebatada en Tu Fuego, Señor!’, admitiendo, finalmente, tu culpa con gemidos de arrepentimiento?”.

 

No quiero ser descarada, puesto que sé que es doloroso cargar cualquier cruz, sin embargo, hoy puedo decir una cosa, y es que he aprendido que estas cruces dadas por Nuestro Señor son de gran beneficio para nuestra alma y pueden ser llamadas gracias. Al decir esto, recuerdo la historia de Santa Teresa de Ávila, quien después de haberse caído de su burro y haberse lastimado, le dijo a Jesús Quien siempre estaba tan cerca de ella: “¿Por qué me tratas de esta forma?”. Él le contestó: “Esta es la manera en que trato a Mis amigos”. “¡Y es por esto que tienes tan pocos!”, le replicó ella.  

 

Hemos hablado de cruces. El 11 de noviembre de 1998, Cristo me dio un largo Mensaje en relación a Su Cruz. Él dijo:

 

“Yo soy infinitamente Rico en Gracia y Virtud, por lo tanto, te invito a ti, esposa Mía, a compartir con tu Esposo, el Glorioso Instrumento de nuestros Esponsales, es decir, el Esplendor de Mi Cruz…”

 

A esto, yo reflexioné: “Entendí que esta invitación de compartir la Cruz era una invitación, no sólo para compartirla, sino también para penetrar plenamente en el Misterio de la Pasión de Nuestro Señor, ya que esta invitación me había sido hecha desde el principio de mi llamado. Nuestro Señor, nuestro Esposo, el Amante de la Humanidad, dejaba Su Trono, una vez más, para darme un conocimiento más pleno de la Cruz”.                

         

Nuestro Señor Jesucristo dijo: “Ven, gustosamente, como lo haces cada vez que te llamo a Mi Abrazo…” Hubo una ligera pausa. Después cambiando el Tono de Su Voz, que se volvió muy solemne, me dijo: “Abrazarme a Mí es abrazar Mi Cruz”.

 

“Te he dicho que cuando Me abrazas, estás abrazando Mi Cruz y, en Este Abrazo, eres bañada en Mi Luz. El Camino, y diré aún más, el único Camino para una Unión de Amor Divino Conmigo, es cuando tú, voluntariamente, abrazas con amor Mi Cruz, la cual tú sabes que lleva sus sufrimientos, pero también sus alegrías, y la cual te conducirá adonde tu alma sea exaltada, es decir: al Calvario…

 

En Mi Dulce Abrazo encontrarás alegrías, pero la mayor alegría de todas es cuando descubres que te convertiste en una copia de Mi Pasión y parte de Mí, la Víctima Suprema; en otro sacrificio de amor; otro crucifijo viviente; otro esclavo a ser vendido al mundo entero. Pero, estando en Mi Abrazo, tu alma tomará de Mí fortaleza y todas las virtudes para asemejarte a Mí… ¿Quién en tus días comprende plenamente el Esplendor de Mi Cruz? Muy pocos.

 

Desde toda la eternidad, Me propuse que tú te convirtieras en una  verdadera imagen de Mí Mismo, compartiendo Mis sufrimientos para que un día compartas Mi Gloria… Deja que tus ojos perciban a través de Mi Cruz, esas cosas que son invisibles, pero eternas, y no esas cosas que son visibles y un día acaban. Así que, busca a través de Mi Cruz, las cosas que Ella te puede ofrecer después, en el Cielo. Todas las riquezas que pueden ser encontradas en Mi Corazón, pueden ser vistas a través del ojo de tu Instrumento Redentor y de tu salvación, y ésta es Mi Cruz…

 

La prueba de que alguien está unido a Mí y es Uno Conmigo, formado en Mí y tejido Conmigo, es cuando su corazón está injertado también en Mi Cruz, junto con todo lo que Ella conlleva. Cualquiera que está convencido que Me pertenece debe entender que pertenece también a Mi Cruz.”

 

¿No han leído: “La tristeza que viene de Dios lleva al arrepentimiento y realiza una obra de salvación que no se perderá. Por el contrario, la tristeza que inspira el mundo provoca muerte. Aquella tristeza era según Dios y miren lo que ha producido en ustedes: ¡qué solicitud y cuántas disculpas! ¡Qué indignación, qué temor, qué anhelos, qué celo y qué vindicación!”? (2Cor 7, 10-11).

 

Tantas veces Jesús me habló sobre Su Cruz. Las obras de Jesús no tienen fin y a Él le gusta compartir Sus Obras. Si le decimos que sí, nos convertimos en colaboradores de Él. Al ser colaborador, uno comparte. Compartimos, entonces, Su Cruz.

 

“Cualquiera que está unido a Mí toma el mismo camino que Yo tomé: el camino al Calvario. Cualquiera que sigue a la Víctima Suprema se convierte en parte de la Víctima (…) Yo, el Señor, les estoy mostrando los pasos que tomé para Mi Pasión. Puesto que ustedes Me sirven, ustedes deben seguirme. ¿Qué quieren que Yo les diga: ‘Sígueme, pero no en Mis Huellas’? Esto no puede ser. Quienquiera que me sirva, seguirá Mis Huellas ensangrentadas…”

 

El darle nuestra libertad a Cristo es ofrecernos a nosotros mismos a Él y estar marcados con Su Signo, que es la Cruz, a cambio de haberle dado a Él nuestra libertad.

 

Mientras no le permitan a Dios cautivar su alma, envolverla con Su Amor Divino y abrir sus ojos espirituales, en Su Santo Espíritu, para ver la Nobleza de la Cruz, jamás aceptarán Sus condiciones. Jamás aceptarían ser otro crucifijo viviente, otro sacrificio de amor, para compartir las obras e inmolación de Cristo por Su Iglesia. Así que ¿quién está listo a seguir a Cristo en Sus Huellas ensangrentadas? ¿Quién está dispuesto a dejar su comodidad y servir al Señor en estas condiciones? Les voy a recordar lo que Jesús dice en las Escrituras acerca de seguirlo. Este pasaje está tomado de Mateo 10, 37-39:

 

“Quien ama a su padre o a su madre más que a Mí, no es digno de Mí, y quien ama a su hijo o a su hija más que a Mí, no es digno de Mí. Quien no toma su cruz y me sigue, no es digno de Mí. Quien encuentra su vida la perderá, y quien pierde su vida por Mí, la encontrará.”

 

Me tomó mucho tiempo entender el esplendor de la Cruz. Cristo, con su Divina Paciencia, me instruyó, y a través de Sus Palabras, a otros. Estoy de acuerdo en que es muy difícil entenderlo si no crecen en su amor por Él. El Amor revela grandes cosas; el Amor revela cosas celestiales, cosas que no son de este mundo, sino cosas que están ocultas a los eruditos y a los sabios. Será muy difícil entender el Lenguaje y Pensamiento de Dios, si uno no permite que Dios lo anule, y así haga Su morada en él. Entonces, le será dado el Conocimiento de Dios. Conocer a Dios y entenderlo es uno de los tesoros espirituales más valiosos que podemos obtener en este mundo pasajero. Es entonces cuando podremos entender mejor el Sacrificio Redentor de Cristo, ofrecido por el Amor Exuberante que tiene por nosotros. Un día, Él me dijo:

 

“Ya que Mi Padre Me dio a todos ustedes como un regalo para su redención, con Mi Entera Voluntad, Yo, a Mi vez, en sus días, llamo para Mi Objetivo a Mis elegidos y los levanto para Mi Plan Salvífico, convirtiéndolos en copias de Mí Mismo, elegidos mucho antes de su creación, con la intención de que se conviertan en la verdadera imagen de Mí Mismo y cooperadores de Mi Plan de Amor. Yo los honro al marcarlos con las mismas marcas con que Yo Mismo fui marcado, para hacerlos completamente Míos y para mostrar al mundo que ellos son verdaderamente Míos y que son Mi semilla.

 

Así que cuando éstos sean expuestos a la persecución, a los salivazos; cuando sean amenazados, incomprendidos, calumniados y atacados, sepan que vienen de Mí y que son hueso de Mi Hueso, carne de Mi Carne.”

 

Así que, de acuerdo con Jesús, es un honor estar marcado con las mismas marcas con que Jesús Mismo fue marcado. Estas marcas de las que Jesús está hablando están relacionadas con Su Pasión. En otras palabras, son las agonías y los sufrimientos que Él vivió, la persecución, los salivazos, la calumnia, los ataques y, finalmente, la Crucifixión. Jesús explica que es un gran honor y una gracia cuando Él nos pide que carguemos Su Cruz.

 

Es, solamente, a través de la luz de la Cruz que podemos percibir aquellas cosas que las Escrituras nos dicen, que son invisibles pero eternas, y no aquéllas que son visibles y se acaban. Así que aceptemos la Cruz, para que podamos buscar las cosas que Ella nos puede ofrecer más tarde en el cielo. Todas las Riquezas que pueden ser encontradas en el Corazón de Jesús pueden ser vistas a través del Ojo de nuestro Instrumento Redentor, el Instrumento de nuestra salvación: La Cruz.

 

Su llamado es para recordarnos de nuestros cimientos y a Quién le pertenecemos y de Quién descendemos. Él me ha dado Sus Palabras Divinas, que han llenado muchos volúmenes, para esta generación y las generaciones venideras, tal como Él Mismo lo ha dicho. Pues todos somos llamados a ser uno con Cristo y nadie está privado de ello.

 

Al ser uno con Cristo estamos compartiendo Su Pasión, por las siguientes razones dadas por Él: por la conversión de las almas; como actos de reparación; por todos aquellos que distorsionan las Escrituras; por aquéllos que Lo sofocan, diferenciándose a sí mismos bajo Su Santo Nombre; por la insinceridad que reina entre aquellos que piden la ‘paz y la unidad’, pero permanecen muertos a sus palabras; por aquéllos que sofocan la Voz de Su Santo Espíritu, y por todos aquellos que continúan viviendo, con gran maldad, bajo los cielos.

 

Al aceptar las cruces que nos son dadas, estaremos reparando, no sólo por nuestras almas, sino también por todas las almas que, hora tras hora, llevan a Cristo a un nuevo Getsemaní y al camino del Calvario. Todos estos actos de reparación no son en vano, sino que son santificadores.

 

 Terminaré con un pasaje dado por Cristo en 1992, cuando le dije: “Qué encantos yacen en Tu Amor”. Su respuesta fue:

 

“Amada de Mi Alma, tus ojos han visto mi Gloriosa Majestad, tus oídos han escuchado Mi canto de Amor, y Yo Mismo he puesto Mi Propia Luz en ti, para hacerte por siempre Mía.”

 

Vassula

 

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