Enviado: Viernes, 12 de Julio de 2002

Asunto:  Estás arrastrando los pies

 


El 11 de marzo de 2001, Virginia y yo, asistimos a una reunión en
Perth, al oeste de Australia, en la que Vassula Rydén daría una
plática. Nunca habíamos oído hablar de Vassula Rydén. Ciertamente,
consideramos extraño que una persona afirmara que estaba en
comunicación constante con Dios. De hecho, debo de decir, que esa no
es la clase de reuniones a las que, ordinariamente, asistiríamos. Sin
embargo, después de haber visto el anuncio, de alguna manera, nos
vimos, inevitablemente, forzados a asistir.

Aún cuando ambos habíamos sido bautizados y educados, en la religión
Católica, no asistíamos a Misa, más que una sola vez al año, en
Navidad. Se puede decir que creíamos en Dios, pero de una manera muy
impersonal y lejana. Más aún, cada uno de nosotros nos hemos
divorciados dos veces (sí, cuatro matrimonios fracasados entre los
dos).

Durante la reunión ocurrió algo extraordinario. Yo estaba,
absolutamente, convencido de haber visto, en la cara de Vassula, el
Rostro completo de Jesús (como aparece en la Sábana Santa).  Más
tarde, fue, en verdad, tranquilizador, saber que esta aparición no
sólo era mi imaginación, sino que otras personas, alrededor del mundo,
han experimentado el mismo fenómeno.

Después de la reunión, nos llevamos a casa un libro y empezamos a
leerlo. Pues bien, no podíamos dejar de leer. Diariamente, me lo
llevaba al trabajo, y en cada oportunidad que tenía, leía más y luego,
lo releía. Realmente, no podía calmar mi sed.

Inmediatamente, supimos que era un Mensaje de Dios. No sé cómo lo
supimos. Simplemente, lo sabíamos. Sólo pudo ser la Gracia del
Espíritu Santo, fluyendo a través de nosotros, lo que nos dio esa
comprensión, y no nuestros méritos propios.

Obviamente, empezamos a volver a los Sacramentos, no sólo a Misa, sino
también a la Confesión, la Adoración, la Eucaristía, las Estaciones de
la Cruz, y demás. Actualmente, asistimos a Misa, 4 o 5 días por
semana, a una Hora Santa de Adoración cada semana, tratamos de orar el
Rosario cada día, al igual que otras oraciones. La lista es
interminable, así que para abreviar, sólo mencionaremos un par de
cosas más.

Un poco después de regresar a la Iglesia, me pidieron si quería
participar en las lecturas. Por supuesto, accedí gustoso a la
oportunidad que me brindaban. Mientras leía, en la Fiesta de San
Vicente de Paul, me emocioné muchísimo, tanto, que estuve muy cerca de
romper en llanto, y estaba seguro de que toda la gente presente se
sentiría avergonzada por mi llanto, (ya que los hombres australianos
no lloramos). Después de Misa, le informé al sacerdote de mi
Parroquia, que ya no iba a leer las lecturas en la Iglesia, por temor
de ser una vergüenza para su congregación. Durante algunas semanas,
como yo estaba tan ansioso de propagar las Buenas Nuevas acerca de la
Verdadera Vida en Dios, siempre que invitábamos amigos a nuestra casa,
no me podía contener y les leía un pasaje de la VVeD, pero
vergonzosamente, después de leer tan solo unas líneas, estallaba en
llanto incontrolable. Toda mi culpa por mis pecados del pasado (y de
los presentes) estaba acumulada dentro de mí, como un dique a punto de
desbordarse, listo para estallar.

En todo caso, al día siguiente (recientemente, me habían dado el
libro: "El Pequeño Camino - Santa Teresita de Lissieux"), una lectura
en mi Misal me estrujó. Santa Teresita le dijo a una de sus amigas:
"Estás arrastrando los pies. Debes dejar de arrastrar tus pies. Jesús
te perdonó hace años". Inmediatamente, me sentí liberado y supe,
entonces, que no sólo no sucumbiría, de nuevo, a las lágrimas,
mientras leyera en la Iglesia, sino que leería con mucha alegría. Por
supuesto, no pude esperar para ir a decírselo al sacerdote de la
Parroquia (para su sorpresa, ya que habían pasado menos de 24 horas
desde que le dije que nunca más volvería a leer), y así lo hice, y
continúo haciéndolo.

Al día de hoy, a través de la Gracia del Espíritu Santo, participo en
numerosas actividades parroquiales, e incluso he sido nombrado
Presidente de nuestro Concilio Parroquial, y nada de esto ha sido por
mis méritos, sino por la manera extraordinaria en la que Dios actúa.

Les podemos relatar cosas numerosas. Una mujer que volvió al
Sacramento de la Confesión, después de 30 años, un ateo que pidió un
sacerdote en su lecho de muerte, visiones y mucho, mucho más,
incluyendo la purificación (continúo asombrado de las profundidades de
mi miseria, de mi maldad y de incontables debilidades). También, hemos
tenido experiencias del olor del incienso, bendiciones innumerables,
sanaciones físicas, y discernimientos, etc.

Nos sentimos tan indignos, por nuestra naturaleza pecadora, pero Dios
sabe que tratamos de ser mejores y nuestras vidas continúan cambiando,
dramáticamente, desde que el Espíritu Santo nos trajo la VVeD a
nuestras vidas. ¡Alabado Sea el Señor!. ¡Bendito Sea el Señor!.
¡Gloria Sea a Dios Todopoderoso!.

Que Dios los bendiga.

Con amor,

Kieran John Forde
Virginia Longo




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