Enviado: Lunes, 4 de febrero de 2002

Asunto:  Carta de un Ortodoxo

 


Esta carta, la escribió un laico Ortodoxo, miembro de este Foro de la
VVeD.
 
 
He estado estudiando los caminos de la Iglesia primitiva, e investigando
los hechos que ocasionaron el Cisma de la Iglesia, y aquellos que, como
resultado de ese Cisma, han venido a dividirnos más. He encontrado
muchos libros y artículos que hablan acerca de las cosas que han
separado a la Iglesia, incluyendo la separación de Occidente, para
utilizar el Calendario Gregoriano. Creo que ésta ha sido otra manera, a
través de la cual Satanás ha soplado su humo en la Iglesia. Gracias a
Dios, el humo se disipa, y el Aliento de Jesús lo soplará lejos, en Su
Triunfo final.

¿Pero, quién quedará en pie?.

¿Puedo compartir, con ustedes, una lección que aprendí, recientemente?.

Dentro de nuestra naturaleza humana, somos incapaces de combatir las
verdaderas fuerzas del maligno. Esto solo puede obtenerse por los Dones
del Espíritu Santo, una gran fe, y la vida sacramental de la Iglesia,
entre otras grandes enseñanzas de Jesús, tales como el amor, el Nuevo
Mandamiento, y el perdón. Estoy convencido de que Jesús se encargará del
resto.

Reflexionando sobre la vida de Abraham, me doy cuenta de CUÁNTO TIEMPO,
tuvo que esperar para que Dios le cumpliera Su Promesa. Y considerando,
el número de años que vivían las personas, en aquel tiempo, quizás esto
sea simbólico de los años que vivirá la Iglesia (¡2000 años hasta ahora,
y seguimos contando!), antes de que Nuestro Señor, cumpla la promesa de
Su triunfo sobre Satanás.

Los Ortodoxos creemos que la Venida de Cristo ocurrirá cuando haya poca
luz en el mundo, es decir, cuando la creencia en el Poder del Espíritu
Santo haya disminuido, y los hombres se hayan erguido como dioses. Esto
será consecuencia de la apostasía, de la que habla San Pablo, las
señales que preceden la Segunda Venida  (2 Tesalonicenses, 2). Creo que,
desde la Ascensión de Cristo, hemos estado en esos días.
 
He aprendido, que aún, como Ortodoxos, también nos hemos visto afectados
por la pérdida de nuestra fe (la actitud relajada que hemos adoptado, en
este mundo moderno). Es evidente que, por nuestra prudencia, hemos
reducido el Poder del Espíritu Santo. Esa prudencia ha engendrado la
terquedad y los corazones de piedra. Es esta clase de prudencia desviada
la que sofoca al Espíritu, apagándolo lentamente, arriesgándonos, así, a
perder la poca luz que nos queda. No pensemos que el número de
asistentes, o la riqueza económica, de una Iglesia determina la
Presencia del Espíritu Santo.

Déjenme aclarar lo que quiero decir con esto. En nuestros esfuerzos,
como Cristianos Ortodoxos, para preservar nuestra fe y la tradición, nos
hemos tornado tan excesivamente prudentes (como resultado de
acontecimientos pasados), que hemos llegado a un punto, en el que nos
arriesgamos a sofocar al Espíritu Santo, sin siquiera darnos cuenta de
que lo estamos haciendo. Esto es debido a la actitud que llevamos dentro
de nuestros corazones, por las persecuciones que nuestra Iglesia ha
sufrido.

Miren el ejemplo de San Esteban, el primer Mártir. Argumentamos que
nuestra Iglesia es la Iglesia de los Mártires y los Santos, sin embargo,
estos Santos fueron capaces de perdonar a sus perseguidores, algunos,
incluso, en el momento de morir.¡Ellos gritaban su perdón!

Sí, nuestra Iglesia ha sufrido masacre, tras masacre, y cosas terribles
le han ocurrido a muchos miembros de la Iglesia. No pretendo restarle
importancia a la situación y, humildemente, recuerdo a aquellos que se
han ido, antes que nosotros, y que han muerto por su fe.  Pero, a la luz
de esos mismos Mártires y Santos que veneramos, ¿HEMOS, REALMENTE,
COMPRENDIDO SUS MUERTES?.

Me sorprende que aún ellos pudieron exclamar, mientras morían: ¡"Padre,
perdónalos porque no saben lo que hacen!", tal como lo hizo Nuestro
Amado Jesús. ¡Qué gran ejemplo de vida!. ¿Podemos, en verdad, decir que
hemos vivido las vidas de los santos, cuando ni siquiera podemos decir:
"Hermano, te perdono por lo que me hiciste hace 1000 años"?.
 
Esto no significa que tengamos que ignorar el pecado, sino solo amar al
pecador, verdaderamente, de corazón, y no de boca. Los pecados de
nuestro pasado, todavía, nos pesan hoy en día. Jesús dijo: "¿Cómo
esperan que Mi Padre en el Cielo los perdone, cuando ustedes no han
perdonado a otros?. Dejen sus ofrendas ante el altar, y hagan la paz con
su hermano."
 
Como Ortodoxo, creo que, en nuestros esfuerzos para preservar la fe, nos
hemos quedado ciegos en el camino. Hemos tenido éxito en preservar la
Tradición Sagrada y costumbres (la Ley) de la Iglesia, bajo los ataques
brutales que hemos recibido, pero, también estoy preocupado de que, sin
siquiera darnos cuenta, perdamos exactamente aquello que, al final, nos
traerá la salvación, es decir, el Espíritu Santo, el Amor, la Esencia de
la Ley, el Nuevo Mandamiento que Jesús nos dio, y que constituye la
parte medular de la Ley y el Primer Mandamiento.

Como Cristiano Ortodoxo, esforzándome por vivir la vida sacramental, y
enseñar a mis hijos sobre el Amor de Cristo, a través de NUESTRA
IGLESIA, no puedo más que sentirme oprimido por los pecados del pasado,
los cuales, constantemente, pesan sobre nosotros, los laicos. Será por
el Poder del Espíritu Santo, y Su Habilidad de salvar a Su Iglesia, y NO
por los hombres que ocupan altos puestos.
 
Él es el Dador de Vida. Él va a regresar. Él está ahora entre nosotros,
¿pero, realmente, lo reconocemos?. Y como Él les dijo a Sus Apóstoles:
¿"Cuánta fe encontraré, cuando Yo regrese?".

¿Acaso hemos cambiado, también, a Cristo por el hombre? Es decir, ¿hemos
cometido aquello de lo que, precisamente, acusamos a otras Iglesias?. En
otras palabras, ¿hemos confiado la salvación de la Iglesia, de la
apostasía... a HOMBRES y a sus creencias en cuanto al depósito de la fe
dejado por los Apóstoles?. ¿O se la hemos confiado al Espíritu Santo,
Quien guía a la Iglesia, a través de los corazones PUROS?.

¿Cuántos de nosotros, (yo, humildemente, me incluyo, porque soy
pecador), podemos, verdaderamente, decir que nuestros corazones están
todavía PUROS para recibir la guía del Espíritu Santo, cuando, durante
tantos años, hemos persistido, obstinadamente, en nuestras ideas, y sin
tener el amor de Cristo hacia nuestro prójimo?.

Jesús nos dijo: "Recuerden, lo que hayan hecho al más pequeño de mis
hijos, Me lo han hecho a Mí". Pues bien, eso se debe de entender en
ambos sentidos, tanto por lo que nos han hecho (masacres, persecuciones,
etc.), en el pasado, como lo que nosotros les hacemos AHORA, es decir,
el resentimiento que continuamos llevando en nuestros corazones.
Preferimos albergar sospechas y resentimiento, y desperdiciar más
energía en argumentos y orgullo, que confiar en el Espíritu Santo para
sanarnos. Este pecado bloquea el camino para la verdadera unidad del
Espíritu Santo, para la humanidad.
 
Las Escrituras dicen que el Espíritu Santo no puede venir a un alma
inmersa en el pecado. Como Ortodoxos, ¿hemos, también, caído dentro de
esta categoría? ¿Hemos caído en una trampa del diablo?. Con nuestra
excesiva prudencia y terquedad, sofocamos al Espíritu, porque hemos
desviado nuestro Amor por la Iglesia de Cristo, hacia nosotros
'mismos'.... la imagen del hombre, en lugar de confiarla al Espíritu
Santo para propagar la fe, con gran amor, sabiduría, y tolerancia para
aquellos que están 'fuera' del redil.

¡Como si fuéramos los que, efectivamente, salvaremos a Su Iglesia!.
Creer esto, también es pecado. Somos débiles y humanos, y el siervo NO
está por encima de Su Maestro. ¡Es solo por el Poder del Espíritu Santo
que Su Iglesia será salvada!.

¡Todas las discusiones y confusión sobre los Calendarios, la procesión
del Espíritu Santo, los ácimos, la Comunión con el Cuerpo o la Sangre de
Cristo, o ambos, entre otras cosas, ES PECADO, pecados del pasado que,
aún hoy, pesan sobre nosotros!. ¿Por qué?. Porque ninguno de nosotros ha
dejado, sinceramente, la ofrenda ante el Altar, como el Señor nos ha
instruido a hacer, ni hemos ido a buscar la paz. La simple paz, que se
encuentra en la pureza del corazón, NO la paz del hombre, sino la paz
dada por Cristo.

Decimos que ellos deben venir a pedirnos perdón, ya que nosotros
poseemos la Verdad; Cristo se encuentra dentro de nuestras paredes, no
en las de ellos. Me temo que si continuamos en este camino, no
escucharemos más Su Voz, porque nos rehusamos a bajar la nuestra, no Lo
podremos ver, porque nos rehusamos a agachar nuestras cabezas. Él está
pasando entre nosotros AHORA. ¿Cuánta fe ha encontrado?.
 
No voy a engañarme pensando que las persecuciones a nuestra Iglesia no
son pecados, ni que nuestra incapacidad de perdonar, y esta persistente
terquedad, TAMPOCO son pecados, ¡PORQUE SÍ LO SON!. La incapacidad de
perdonar siembra las semillas de la duda contra el Espíritu Santo, y
esto es una blasfemia, por la cual tendremos que responder.

¿Quién es peor?.

¿Aquel que cometió el pecado, y con un corazón contrito pide perdón
(como ESTE Papa ha hecho), por las atrocidades cometidas en las
Cruzadas, contra la Iglesia que dice poseer la Verdad, pero que no
recibió el perdón, porque los hombres de alta jerarquía, consideran que
deben negar el perdón?.
 
Mientras tanto, sin olvidar que solo Dios puede conocer los corazones de
los hombres, no nos engañemos al pensar que Dios no ha conocido el
corazón de ESTE Papa, quien es sus esfuerzos por obtener la simple paz
de Cristo, hizo una reverencia ante nuestro Arzobispo, con un corazón
contrito, pidiendo, humildemente, el perdón para la Iglesia Católica,
por las atrocidades cometidas contra los Ortodoxos.
 
¿Cuánto tiempo más, nosotros los Griegos, vamos a albergar la
desconfianza?. ¿En qué punto, realmente, renunciaremos al poder que
Satanás tiene sobre  nosotros, y confiaremos el depósito de la Fe, la
Iglesia y su sanación, a Cristo?. Mientras los hombres piensen que deben
permanecer en control, seguiremos cosechando lo que hemos sembrado, aún
cuando pensemos que nuestros actos están justificados.

Así que, ¿quién es peor?.

¿Aquel que pidió y no recibió? (Recuerden que Cristo dijo: "Pide y
RECIBIRÁS").

O, aquel que abusa de las Palabras del Señor, para retener el perdón.
Parafraseando el Evangelio: "Y a aquellos a quienes les perdonen los
pecados, les quedarán perdonados en el Cielo, mientras que a aquellos a
quienes no se los perdonen, no les serán perdonados". Constantemente,
escucho esta frase, y esto me entristece, ya que hemos cometido un grave
error en la interpretación de la misma, usándola como un poder sobre
nuestros hermanos.

Dios conoce los corazones de los hombres, incluyendo los de aquellos
Ortodoxos, cuyo celo excesivo ha hecho que desviaran su amor para la
preservación de la Iglesia hacia 'ellos mismos', por el poder que ellos
consideran que recibieron para retener o desatar los pecados de otros.
Esta actitud es muy peligrosa, y continúa criando corazones de piedra,
no permitiendo al Espíritu Santo respirar, libremente, dentro de la
Iglesia. Nosotros, también, tendremos 'sangre espiritual' sobre nuestras
manos, en el Día del Juicio, y si pensamos que somos inocentes,
entonces, no vivimos la humildad que Cristo nos enseñó a vivir.

Así que, en conclusión, esto es lo que he aprendido:

No, no hemos dejado nuestras ofrendas ante el Altar, para ir a hacer la
paz con nuestros hermanos.

"Que Nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, tenga Misericordia de
nosotros, los pecadores".

Amén.




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