Sent: Friday, May 23, 2003 4:26 PM
Subject: Jesus se sento junto de mi

 

Agradecemos a Fernando de la Riva y a Joao Inacio Wetternick quienes enviaron este testimonio desde Brasil.

 

 

Cuando Vassula visitó Brasil, por primera vez, en 1994, yo vivía a 1,200 kilómetros de distancia de donde ella se iba a presentar. Bueno, decidí ir a escucharla hablar. Con una semana de anticipación, compré mi boleto con la compañía de autobuses que sale de mi pueblo (Río Grande) y sigue la carretera hasta Río de Janeiro, pasando por Joinville, donde yo iría al encuentro de Vassula.

 

En aquel tiempo, había leído en la “Verdadera Vida en Dios” que la prima de Vassula acostumbraba invitar a Jesús para que la acompañara en todos sus quehaceres y que esto complacía grandemente al Señor, como Él Mismo se lo había dicho a Vassula. Bueno, de ahí en adelante, decidí que yo también invitaría al Señor a que me acompañara en todas mis actividades y que fuera conmigo a todas partes a donde yo fuera. El día que viajaría a Joinville, antes de salir, consagré mi familia y mi hogar a Nuestra Señora e invité a Jesús a que viajara conmigo. Subí al taxi que me llevaría a la estación de autobuses y dije: “Jesús, ven conmigo”.

 

Cuando subí al autobús, noté que el número de mi asiento era el 34 y el número 33 estaba junto al mío, en el pasillo del centro – ese era el asiento de Jesús. Incluso se Lo comenté a Él: “Este número Tuyo es bastante significativo, Jesús”. Sepan que cuando compré el boleto, sólo pedí que estuviera en el centro del autobús, sin escoger ningún número en particular, y sólo me di cuenta de esto, hasta que me subí al autobús.

 

Cuando me senté en el asiento 34 junto a la ventana, solemnemente invité a mi bienamado Compañero de viaje a que se sentara en el asiento número 33.

 

El autobús salió de mi ciudad con sólo 6 pasajeros, ya que era el principio del viaje y el resto de los lugares se irían ocupando durante el trayecto.

 

En la siguiente ciudad, el autobús recogió a más pasajeros, sin embargo, todavía no se habían llenado completamente los asientos disponibles. Recé el Santo Rosario, Jesús me estaba escuchando. Me dormí y cuando me desperté, Jesús me estaba sonriendo.

 

Llegamos a Porto Alegre, alrededor de mediodía, con un calor sofocante. El autobús se detuvo en la Estación principal y el conductor nos pidió que permaneciéramos sentados, porque él personalmente, iba a escoger a los pasajeros para que ocuparan los asientos vacíos restantes.

 

Las personas empezaron a subirse al autobús para tomar sus asientos. El asiento número 33 estaba ocupado por Jesús, mi Compañero de viaje. Cuando se ocuparon todos los asientos, dos personas permanecieron con sus boletos en las manos, sin lugar para sentarse en el autobús. El conductor hizo lo siguiente: caminó hasta el baño, abrió la puerta para ver si alguien estaba dentro, regresó hasta el frente, y caminó, de regreso, colocando sus manos sobre los asientos, contando de dos en dos. Él pasó por los asientos 33 y 34 y contó dos personas más.

 Me estremecí de emoción, ya que yo sabía, en mi corazón, que en el asiento 33 estaba sentado Jesús. Aunque no Lo veía con mis ojos, no obstante, los demás estaban viendo el lugar ocupado y Lo contaban como pasajero. Esta verificación se llevó a cabo dos veces, sin haber requerido la revisión de los boletos. 

 

Debido a la inquietud de los pasajeros, el conductor explicó que pudo haber sido algún error en el sistema de computación, pero que nadie debía de alarmarse, ya que aquellos que habían quedado sin asiento, serían enviados por avión a su destino final, a cargo de la compañía de autobuses. Mi corazón estaba estallando de felicidad. Jesús sonreía.

 

Durante su itinerario, este autobús paró en varias ciudades, donde algunas personas se bajaban y muchas otras se subían, en varias ocasiones. Allí permaneció Él, durante 18 horas, sólo por amor a mí, como Él me lo dijo en mi corazón, varias veces. Y cuando Le pregunté a Jesús, ¿por qué hizo este sacrificio de quedarse durante 18 horas?, Él me respondió: “¡PERO HAS OLVIDADO, HIJO MÍO, QUE FUE MUCHO MÁS DOLOROSO HABER PERMANECIDO EN LA CRUZ!”.

 

Y, de este modo, Jesús y yo nos bajamos del autobús en Joinville, el 31 de enero de 1994, para escuchar a Vassula.

 

Y al final de la plática de Vassula, Jesús me permitió sentir un poco del Cielo, cuando ella narró el Mensaje de Jesús a todos los brasileños, ahí en Joinville, transmitiendo Su Bendición, para todos, con el ALIENTO DEL ESPÍRITU SANTO, en nuestras frentes. La bendición ha permanecido marcada en mi frente por siempre y la recuerdo en todos los momentos de mi vida.

 

L. C. Terra

 

 

  

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