INICIOMENSAJES
Vassula da testimonio en el Congo, 2014


Videos de las reuniones de Vassula:   Congo


Vassula escribe acerca de su visita al Congo en septiembre de 2014

El domingo 21 de septiembre, tuvimos enormes problemas y un terrible y angustioso estrés desde el momento en que estábamos Gethsemane y yo facturando en Atenas para Kinshasa, vía Roma y Addis Abeba. Parece ser que necesitábamos un visado que ninguna de nosotras tenía. Tampoco lo tenía el P. Vincent que estaba tratando de facturar en Ginebra. Presas de pánico llamamos a Ange Mungedi, el coordinador del Congo. Ellos también se llenaron de pánico al darse cuenta de que no podríamos ir. Me recordaron entonces la carta de invitación que habíamos recibido de un arzobispo para que la hiciéramos valer. Después de una larga argumentación en el aeropuerto, mientras se perdía tiempo y no conseguíamos nada, les enseñamos en nuestro iPhone esa invitación oficial. Ahora dependía de la funcionaria principal de Alitalia el aceptar o no esa carta en lugar del visado. Afortunadamente la aceptó. Llamé al P. Vincent para que también enseñara la carta, diciéndole que si esa carta no les hacía cambiar de opinión, debía comprar un nuevo billete para Roma y allí ya veríamos lo que haríamos. El riesgo sería que perdería el billete entero. Les mostró la carta y al principio en Ginebra no la aceptaban para dejarlo embarcar. Pero al final lo hicieron. En ambos lados nos dijeron que tendríamos de todos modos problemas en Roma para embarcar en la aerolínea etíope. Mientras tanto Ange llamó al gobernador de Katanga, Moisés Katumbi, para que hablara con la aerolínea etíope en Roma y les pidiera que nos dejaran volar. Necesitaba los detalles de nuestros pasaportes, que le dimos.

Llegamos a Roma con el tiempo justo y nos encontramos con el P. Vincent. Al facturar nos sucedió otra vez lo mismo y la azafata de tierra no nos dejaba embarcar. Pero entonces llamó a la oficina de Ethiopian Airlines y le informaron que tenían órdenes del gobernador de Katanga asegurándoles que los visados estarían listos a nuestra llegada. Así que subimos al avión. Empezábamos el viaje con grandes dificultades... Un vuelo largo, sin dormir, y finalmente llegamos a Addis Abeba por la mañana temprano. Allí esperamos cerca de cuatro horas en tránsito para tomar el avión para Kinshasa. Al llegar a Kinshasa, el lunes 22 de septiembre, fuimos recibidos al pie del avión por la televisión y los otros medios de comunicación, haciendo preguntas que yo contesté. Luego, felices de haberlo logrado, nos dirigimos en triunfo (según creíamos), con Ange y su equipo tratándonos como VIPs, a la sala VIP. Alguien del equipo nos pidió los talones de nuestro equipaje para recogerlo, pero cuando volvió dijo que una maleta no había llegado. Era la mía. Para colmo, nos enviaron unos agentes de policía para que nos devolvieran enseguida al avión, porque el visado, que se suponía debía llegar en ese momento, se estaba retrasando (algún funcionario responsable no hizo su trabajo) y nos enviaran de vuelta a Addis Abeba.

Estuvimos esperando al pie del mismo avión en el que vinimos por lo menos media hora, bajo un sol de justicia. Los policías, tres hombres y una mujer, se sentían muy incómodos por nosotros y se decían entre ellos: '¿Por qué no los dejan entrar, puesto que el visado que se espera llegará de todos modos?' Al cabo de media hora de incertidumbre alguien gritó desde el edificio del aeropuerto que el visado acababa de llegar. Los policías estaban contentísimos, casi más contentos que nosotros -dijeron luego que estaban impresionados de la calma que tuvimos en esos momentos de angustia- y nos acompañaron calurosamente de vuelta a la oficina de admisión. Allí llenamos cada uno un formulario. La responsable del formulario y las otras dos funcionarias que estaban allí, para mi sorpresa, me pidieron que rezara sobre ellas antes de irme, cosa que hice. En agradecimiento le regalé a la primera un pequeño icono (había traído algunos iconos auténticos para regalo) y unos rosarios a las otras dos. ¡La responsable saltó de alegría diciendo que también había tenido de joven cierta.

Nos marchamos acompañados por un destacamento de policía que iba y venía rodeando nuestro coche. Y sin mi maleta. En medio de esa humedad y ese calor no tenía nada para cambiarme. Las boutiques del hotel sólo tenían principalmente ropa de hombre y algunos vestidos de fiesta para mujeres. Yo pensaba: "Tendré que pagar por el éxito de esta manera? ¿Desposeída de mis pertenencias? El encuentro era al día siguiente. ¡Y yo seguía con la ropa que había llevado todo el tiempo en el viaje, unos viejos pantalones caqui con una camiseta verde caqui! Afortunadamente me habían dado en el avión una bolsita con cepillo y pasta de dientes que cumplieron su cometido.

El martes 23 de septiembre, por la mañana, las señoras del equipo, sabiendo que no tenía ropa, ni nada de nada, fueron a comprarme dos vestidos. Eran unos vestidos estampados de vivos colores, de estilo congoleño. Me puse uno que era de mi talla y tuve que usar ese vestido tan local para el encuentro, que tuvo lugar esa tarde, en un estadio.

El estadio debía contar con alrededor de 5.000 personas o más. Eran las 2 de la tarde y realmente hacía un calor abrasador y mucha humedad. Para mi desolación tenía que estar allí de pie, con el sol en la cara. No había nada que diera sombra. Había mucho canto y baile, sobre todo al principio. Gran éxito: la gente gritaba de alegría. Vinieron enfermos que me pidieron al final que me acercara a rezar sobre ellos y bendecirlos, cosa que hice. Al día siguiente, miércoles 24 de septiembre, todavía sin maleta, nos esperaba un jet privado, puesto a nuestra disposición por el gobernador de Katanga, Moisés Katumbi, para volar a Kisangani: dos horas de viaje...

Al llegar a Kisangani, nos esperaba al pie del avión una multitud aún mayor que la anterior, que nos acogía cantando y bailando. Había policías, sacerdotes, carismáticos y distintas asociaciones cristianas. Nos condujeron a un hotel muy sencillo, al borde del río, pero estaba al lado del gran complejo catedralicio donde iba a tener lugar mi charla. Al día siguiente fui desesperada a una tienda a comprarme una falda y una blusa normales para la reunión. ¡Imposibles de encontrar! Había una sola falda y una sola blusa que fuera con aquella falda, que compramos. Esto es todo lo que tuve durante los 9 días, junto con mis viejos pantalones caqui y mi camiseta. Mi maleta sigue perdida hasta hoy...

En el hotel de Kisangani, al borde del agua, que era como un hotel de 2 estrellas, agarré esa noche una bronquitis que sigo padeciendo hasta hoy. El aire acondicionado estaba programado a 18 grados y no había ningún aparato de control. Me di cuenta sólo cuando todo el mundo se había ido tarde a la cama, y no quería salir a molestarlos. Ni siquiera había una sábana para cubrirme en la cama. Me estaba congelando y tuve que ponerme mi nueva falda para taparme las piernas heladas. Tampoco funcionaba la bomba del WC. La ducha no tenía ni gota de agua y tuve que lavarme durante dos días con un chorrito muy fino que salía del grifo. Gethsemane y el Padre Vincent tuvieron, sin embargo, mucho mejores habitaciones, donde todo funcionaba y donde había ropa de cama. Yo estaba pagando de nuevo...

Al día siguiente, jueves 25 de septiembre, con bronquitis, sintiéndome débil y enferma y con una fuerte tos, me llevaron a las 2:00 PM a la gran función que ya había comenzado desde las 10:00 AM. Había ya allí una multitud de quizá 30 o 40.0000 personas. En el podio, que estaba situado justo delante de la puerta de la gran catedral, y que dominaba desde su altura a la multitud y al río, estaban sentados muchos sacerdotes y dignatarios. El coro era maravilloso y cantaba himnos solemnes mientras yo atravesaba el interior de la gran catedral para salir por la puerta principal al podio. En la catedral estaba expuesto el Santísimo Sacramento y seis personas estuvieron en adoración ante Su Presencia durante todo el tiempo que duró mi charla. Fue muy solemne. La multitud se volvió histérica cuando aparecí en el podio. ¡Jamás se vio tal acogida, en ningún momento, durante todos estos años de mi misión! ¡Y era porque TODAS las Iglesias y todo el gobierno estaban abiertos para los Mensajes y para mí! La charla fue traducida simultáneamente al lenguaje local. Terminó de manera muy bonita con bailes y música local. Hacía mucho calor y mucha humedad y apenas terminó la función, se desencadenó una tormenta de lluvia, ¡pero todo el mundo se había ido ya! El organizador, Ange me dijo que se había dado cuenta de que durante las dos horas de mi charla no había tosido ni una sola vez.

Al día siguiente, viernes 26 de septiembre, escoltados por la policía, fuimos a tomar otra vez un jet privado rumbo a Lubumbashi. ¡A llegar allí, al pie del avión, nos esperaba de nuevo una acogida aún más espléndida! Mientras atravesábamos la multitud, en la que había muchos religiosos, incluso un sacerdote local greco-ortodoxo -el único del lado greco-ortodoxo-, todos sonreían y gritaban llenos de entusiasmo: "¡Bienvenida!". Montamos en un gran minibus a prueba de balas, puesto a nuestra disposición por el gobernador de Katanga, Moisés Katumbi, para todo lo que necesitáramos. Nos condujeron directamente al despacho del gobernador, un hombre joven de padre griego de Rodas y de madre congoleña. ¡Su hermana está casada con un griego! ¡Su sobrino habla griego! Él es muy abierto y muy cristiano. Antes de irnos me pidió que le bendijera con mi cruz, y al hacerlo añadí en su frente algunas 'escarchas' del Cielo, que yo llevaba. Nos había contado cómo fue elegido gobernador, a pesar de que él rechazaba ese puesto. Después de dejarlo fuimos a saludar al honorable Gabriel Kyungu wa Kumwanza, presidente de la asamblea provincial de Katanga. Una acogida muy calurosa. Luego, cuando todos se fueron, quiso hablar en privado conmigo. Durante la conversación le di algunos consejos citando palabras de Jesús.

En Lubumbashi nos alojaron en un hotel muy agradable, dando a un lago. Esa misma noche, fuera, junto a la piscina, tuve una conferencia de prensa con la televisión y otros medios de comunicación, haciéndome preguntas que yo respondía. De hecho, en todos los lugares a los que fui, hubo una conferencia de prensa con los medios de comunicación.

Al día siguiente, sábado 27 de septiembre, nos condujeron al gran estadio de fútbol. ¡Estaba prácticamente lleno! Y seguía llenándose. Tiene una capacidad de alrededor de 50.000 personas… Durante dos días, el alcalde Lubumbashi había estado anunciando el evento por radio y televisión y pidiendo a todos que asistieran. Había coros cantando cantos locales con tambores, y la mayoría de los miembros del gobierno vinieron a asistir al encuentro: el gobernador de Katanga con su esposa, el presidente de la asamblea provincial de Katanga, los altos mandos de la policía, todas las distintas confesiones y asociaciones cristianas, y también todos los movimientos carismáticos, tocando música y tambores, y cantando…. Me acompañaba la policía de seguridad, abriendo camino en las calles a nuestro coche especial antibalas. El gobernador y su joven esposa se acercaron a saludarme. Ella me abrazó diciendo que estaba impresionada con los Mensajes. Estaba leyendo el Libro Único en francés. Me enteré de que su marido y ella habían pagado nuestros boletos de avión, hoteles, jet privado y todo lo demás, trayendo además cajas del Libro Único para distribuirlo a centenares, gratuitamente. Mi charla fue traducida al swahili por un sacerdote. Al terminar nos fuimos a descansar. ¡Un grandísimo éxito para Jesús!

Después de mi charla, el personal del hotel y los que se cruzaban conmigo me reconocían y venían a que les bendijera. Al día siguiente, domingo 28 de septiembre, fuimos a la catedral. El sacerdote anunció mi presencia. Después, por la tarde, el gobernador y su esposa nos invitaron a ver un partido de fútbol en el estadio - del que era propietario- entre los argelinos y su propio equipo. Esa noche, después del partido, nos invitaron a cenar en su casa. Había unos diez invitados y durante la cena la conversación versó sobre mi misión y mi experiencia con Jesús. Moisés, el gobernador, compartió con nosotros una experiencia que tuvo durante mi charla. Dijo que había visto una luz muy brillante justo encima y detrás de mi cabeza. Se quitó las gafas de sol y volvió a mirar. La luz seguía allí. Entonces miró hacia otro lado deliberadamente, durante un rato, y luego volvió de nuevo los ojos a mí, y la resplandeciente luz seguía allí. Inmediatamente, la esposa de Ange, que estaba sentada a la mesa junto a mí, dijo que también había visto esa luz, pero que le había dado pena hablar de ello. La cena terminó bendiciéndoles a todos como querían, también con la 'escarcha'.

Nos fuimos al día siguiente, lunes 29 de septiembre. Mi maleta no ha sido vista aún hasta el día de hoy y están aún tratando de localizarla. Por lo demás, la misión en las tres ciudades fue la más grande y de más éxito de todas las que he tenido jamás en estos 29 años. Los estadios de fútbol se llenaron hasta el tope y esto no había ocurrido nunca antes.

En Cristo,
Vassula


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